Desde el primer día que pones tus pies en el hospital eres consciente de que esto nada tiene que ver con las salas de simulación de la universidad. Atrás quedan los muñecos destartalados que hacían las veces de paciente pero que no tenían dolor, necesidades básicas, patrones funcionales, ni se quejaban por nada. Con ellos aprendimos a movilizar, asear, vendar, pinchar, sondar, hacer RCP… Pero todo ello con la única responsabilidad de hacerlo bien para obtener una buena nota en la Sala de Simuladores.
Las prácticas son otra historia, aquí los pacientes son reales y es el momento de demostrar y aplicar los conocimientos teóricos adquiridos durante las clases. Es en este momento cuando te das cuenta que el PAE está hecho para rellenar el tiempo de estudio teórico en el aula. Que aquí el NANDA, NOC, NIC no aparece por ninguna parte y que, por supuesto, no debes mencionarlo delante de tu tutora porque es muy posible que sobre este tema tenga bastante menos conocimientos que tú misma. Eres capaz de desarrollar un sexto sentido que te ayuda a detectar si a tu tutora le gusta o no enseñar, si está hasta las narices de vigilar alumnas incompetentes o si por el contrario está encantada porque ya tiene a alguien que le haga parte de su trabajo. Tu capacidad de memoria aumenta de manera directamente proporcional al número de tutoras que te sean asignadas y a las manías de cada una de ellas. Eres capaz de acordarte quién de ellas limpia con gasa, quién lo hace con algodón, la que prefiere el alcohol a la clorhexidina, o la que no quiere ver un Vacutainer ni de lejos. Aprendes a ver, oír y callar y desarrollas una especial habilidad para morderte la lengua antes de pronunciar las palabras mágicas “en la universidad nos enseñaron…” Por supuesto también eres capaz de desarrollar unas dotes de obediencia y humildad que nunca habías sospechado tener y que te permiten aguantar la charla de una enfermera por hacer algo, justamente como te había indicado otra el día anterior. De hecho yo fui capaz de pasarme todo mi rotatorio, de practicas de segundo, pinchando la heparina a 45º cuando iba con mi tutora y a 90º cuando ella libraba.
En definitiva, desde que pones el pie en el hospital entras en un mundo fascinante y desconocido para el que necesitas un periodo de adaptación, grandes dotes de tenacidad y muchísimas ganas de cumplir el sueño de ser enfermera.
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